miércoles, 28 de marzo de 2012

Y PARA COMER EN LA PEÑA....TENTEMPIÉS TRADICIONALES PARA LOS TAMBORILEROS



Con motivo de la Semana Santa, la gastronomía en nuestra ciudad se convierte en un popurrí de comidas para todo tipo de paladares. Aquí ya no valen las tres comidas al día ni los platos tradicionales.

Tanto el paso de las cofradías durante las procesiones como el repiqueteo de los tambores durante las extensas horas de las tamboradas acentúan las ganas de comer. Por eso, desde que se acerca el Miércoles Santo, las panaderías calientan sus hornos con entusiasmo y se preparan para hacer cientos de empanadas.

A los hellineros les supone una comida cómoda, barata y reconfortante. Su relleno de patatas, huevo duro, atún, pimiento rojo y tomate, revitaliza a cualquiera. Y no solo son producto de panaderías, en muchas casas se hacen de forma tradicional para llenar la despensa durante estas fiestas.

Los zurrones de los tamborileros se colman de estas empanadas para reponer las fuerzas, y muchos nazarenos también las suelen comer después de las largas procesiones.

También podemos encontrar en los hogares más clásicos comidas típicas de la vigilia. Las más recurridas son los potajes de legumbres y los pistos. Se ponen en la mesa todos los viernes desde el miércoles de ceniza hasta Viernes Santo para evitar el consumo de carne.

Pero si nos vamos a las peñas de tamborileros, podremos encontrarnos menos vigilia y más chuletas. Las peñas, que previamente llenan sus alacenas, celebran el momento más eufórico de todo el año y la comida no puede escasear. Hay de todo para todos.

El jamón, que no falte, y los chorizos, morcillas, salchichas y gambas se convierten casi en una necesidad. Sin olvidar que para refrescar tan pesada digestión se suelen acompañar de un buen mojete.

Es esta otra comida protagonista en nuestras fiestas. Tomate fresco o de conserva, atún, huevo duro, olivas y un largo chorro de aceite dan lugar al mojete más conservador. También se puede aderezar con capellán y hay incluso quien le añade unos trozos de naranja.

En el momento de las tamboradas, cuando las peñas salen a las calles y las horas se echan encima, se recurre al típico tentempié: un bacalao enganchado en el emblema de la peña que apacigua el apetito. Pero ojo, porque también da mucha sed.

Así que también hay que pensar en beber e hidratarse. Las botas que rebosan un buen vino pasan de unas manos a otras hasta calmar el dejillo de este salado.

Mientras tanto, los zurrones de los tamborileros, llenos de empanadas y bocadillos, se mezclan entre las habas, que sirven de piscolabis. Y aunque esto es raro para el visitante, es totalmente normal ver las habas revoloteando encima de cualquier tambor, mientras su dueño repiquetea con fervor.

Todavía hay tiempo para llevarse algo a la boca entre horas. Durante el paso de las procesiones, los caramelos de la Pájara y la Elisa se mezclan en los bolsillos de los nazarenos dando el toque dulzón al espectador.

Y después de tanto ajetreo y para terminar esta pitanza, llega el postre. En cualquier hogar hellinero se puede encontrar uno de nuestros manjares más dulces: los panecicos de Semana Santa. Lo dicho: durante estos días, la comida y la bebida no tienen nada que ver con el resto del año.

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